La carne de buey forma parte de las carnes rojas, término que denomina al músculo de mamíferos como la ternera, la vaca, el cerdo, el caballo o el cordero. Se trata de carnes ricas en proteínas de alto valor biológico (que contienen los aminoácidos esenciales para el organismo) y además se absorben mejor que las proteína de origen vegetal, como recuerda la Fundación Española de la Nutrición (FEN).
Por ley, el buey es un animal castrado con más de 48 meses de vida y su carne se debe dejar madurar unos 10-15 días. La carne es muy roja, su grasa nacarada “y no amarillenta, como la de vaca”, y su sabor es delicado.
La carne de auténtico buey es cara por que (hay que dar de comer al animal cuatro años) y, luego, la maduración de su carne.
Su elevada aportación de proteínas y hierro que se asimilan mejor que los procedentes de vegetales y por ello se hacen imprescindibles para el correcto funcionamiento del cuerpo.
La carne roja es más rica en grasas y colesterol que la carne blanca (de aves), por lo que los especialistas recomiendan consumirla bien magra. Y también es mejor la carne roja fresca que la procesada (los embutidos), que además se debe cocer poco para que pierda pocos nutrientes. Además de las proteínas y el hierro, la carne de buey es rica en yodo, manganeso, zinc y selenio.